Ayer he cumplido con casi todos los objetivos que me había propuesto, casualmente -o no- los que quedaron sin hacer eran de valor sentimental, aunque para ser sinceros alguno importante si he arreglado.
Hoy es un día feliz, lo digo por lo siguiente, desde que vivo en el bosque -suena como si lo hiciese en una cabaña rodeada de abetos- estoy intentando conocer el ecosistema que me rodea. Ahora que estamos en otoño y es temporada de setas quiero hacer un curso acelerado de micología. Ayer he recogido dos especies para analizar primero y degustar después. Aviso para navegantes: recomendado salir con un experto en la materia las primeras veces, es lo contrario a mi forma de actuar por naturaleza y así me va. Bueno a lo que iba, como ha llovido estos días atrás pero los últimos dos lució el sol, el valle está lleno de vida, hay mucha especie donde elegir aunque me he quedado con dos, un supuesto champiñon de parís y un boletus.
Una vez en casa me conecté a la red para recoger información. No había duda, eran las especies que suponía, en el caso del champiñón lo tuve bastante claro por su forma, su color, la textura y su localización, estaba sobre suelo rico en materia orgánica. El boletus era del tipo Spadiceus, comestible aunque la superficie interior llena de porosidades como las de una esponja no me convenció para echarlo a la sartén. Todo lo contrario a lo que sucedió con los champiñones: los limpié con un poco de limón, los troceé y mariné con vino blanco, sal, tomillo, perejil, ajo; los puse a freir, tenían una pinta estupenda. Eso sí, desprendían olor un poco fuerte al cocinarlos, además su sombrero con velos en el interior me hizo desconfiar y delante del plato humeante hice una última comprobación. Como había dejado uno en crudo sin preparar lo analicé cuidadosamente, me extrañaba también que tuviese vulvo inferior. La red es la guía de las guías, después de media hora de fichas técnicas y análisis -el menú ya estaba frío- tenía un diagnóstico feaciente de mis champiñones silvestres: eran en realidad setas de la especie Amanita Phalloides. Si alguien tiene interés en conocer sus características, toxicidad y efectos secundarios puede darse un paseo virtual. Sólo comentar que tiré el plato a la basura, lavé la sartén y me propuse actuar con más cuidado la próxima vez.