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miércoles, 2 de junio de 2010

El valor de un silencio

Hablar por hablar, un defecto que tenemos mucha gente y sobre todo en España. Parece que sabemos de todo hasta que topamos con algún JASP que nos rectifica, deja en evidencia o evita males mayores. Con lo que no contamos muchas veces es con la ley del silencio. Viene a ser como si charlásemos de fútbol con un profano del tema, en plan me lo como todo, sé más que nadie; y hubiese un tipo callado, a pocos metros, que no dice nada pero escucha, porque es entrenador profesional de primera división. Está tronchándose interiormente, de nuestra doble ignorancia, por un lado sobre deporte y por otro sobre la vida en sí. Bueno, es sólo un ejemplo.


Entiendo que las personas parcas en palabras tienen más tiempo para reflexionar, entonces la mayoría de conversaciones pueden parecerles superfluas y un tanto inútiles. No significa creo yo que sean más inteligentes por ello sino que tienen cierta ventaja. Es normal.


Esto viene a cuento para comentar que cuando voy a comer a casa de mi madre, ella habla mogollón, supongo que se alegra de verme y se pone dicharachera. A veces no me apetece decir nada ya que suelo dormir poco y al mediodía, después del trabajo, me entra la tontera. Al contrario de lo que pueda parecer, pongo una sonrisa e intento entrar en conversación porque cualquier diálogo con ella, por muy superficial que sea, es más importante que miles de valiosos y enriquecedores silencios que se puedan producir.