Amsterdam, Centraal Station 9.00am. Destino Schipol Airport. Subidos a un vagón, por suerte con billete, aparece el revisor. Alto, fuerte, pelado, ojos azules y sonrisa afable; mirada limpia. Esto es lo que pude traducir más o menos:
- Buenos días, billetes por favor.
- Gracias -a nosotros-; buenos dias, su billete por favor.
- Mmmm, errr -el chaval revisa en todos sus bolsillos- no dispongo de billete.
- Que ha pasado?, lo ha perdido? -mantiene su sonrisa afable-.
- No, es que.... no tengo dinero.
- De dónde es usted?.
- De Rumanía.
- Ah, entiendo, a qué hora le sale su avión para Bucarest?.
- A las 12:15am.
- Y a qué ha venido a Holanda?, vacaciones?
- Si, a pasar unos días.
- Qué le ha parecido?
- Amsterdam es una ciudad muy bonita -ruborizado- siento no haber comprado el billete.
- Realmente lo siente?, Que tal su familia?, todo bien? -misma sonrisa-.
- Si, si, todo bien.
- Sabe que lo lógico es que compre el billete, la multa es de 20 €. La próxima vez no lo olvide pues es posible que no le salga bien y tenga que pagarla. Que tenga un feliz vuelo de regreso.
- Gracias, es muy amable.
El revisor continúa con su trabajo mientras el chico rumano cree haber visto un ángel. Se había quedado pegado. Aunque la sensación que le debió quedar fuese agridulce ya que tanta condescendencia lo haría pensar y recapacitar sobre su acción. Vaya un figura el holandés, como resolvió la jugada.
Bajo mi modo de ver la vida, es mucho más efectiva esta manera de resolver una situación incómoda que mandarlo a los leones. Si el rumano es un poco listo lo tendrá en cuenta. En España no creo que nos lo tomaramos así.