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martes, 29 de junio de 2010

Prioriño Chico

Si hay algo que me gusta hacer en verano cuando dispongo de tiempo es bucear. No, no pesco, voy sin fusíl ni artilugios, me dedico a relajarme y disfrutar del paisaje.


Para una persona acostumbrada al mar, hacer snorkel es una disciplina exigente que requiere sobre todo tranquilidad. Cuanto más seguro estás, menos bombea el corazón, lo que supone un consumo menor de oxígeno y por lo tanto más resistencia bajo el agua. La serenidad es fundamental para explotar nuestra limitación genética, hace que desarrollemos otros sentidos como la vista y la intuición, necesarios para aparentar que pertenecemos al medio. En resumidas cuentas, bucear es como un aula de desarrollo de personalidad, te sientes solo muchas veces y rodeado de un manto de silencio embaucador que te atrapa; hay tiempo para pensar y disfrutar. La técnica de movimientos se adquiere con la práctica y es una imitación del movimiento del pez: un aleteo acompasado, fluido, sin gestos forzados.


No se trata de un clinic, es una explicación breve de alguien que piensa que los medios están ahí, no hace falta dinero ni poder en muchos casos. Las barreras existen, se supone que para condicionar nuestra libertad, aunque muchas veces somos nosotros mismos los que fabricamos los muros. Afrontar retos cansa mucho y da miedo, combatirlo o no es cuestión de cada uno.