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lunes, 14 de junio de 2010

La verdadera intención

A medida que iba largando por esta boquita, la velocidad de mis palabras y el énfasis de las mismas era mayor, tu defensa perdía fuelle aunque no por tener menos razón sino porque yo no te dejaba hablar. Ya sabes como soy de pinchahuevos cuando me empecino en algo, que para eso eres mi padre.


Si algún día lees estas líneas quiero que sepas que estoy contigo en tu sentimiento, que me duele igual que a tí. Si no me compadezco de lo que ocurre no es por una falta de interés en tus problemas, que en parte son los míos, sino porque no me gusta verte sufrir, más cuando creo que la situación no es tan mala. Reconozco que mi forma de motivar no es precisamente delicada y parece que me enfado por ello. Realmente me toca la fibra y por eso te recuerdo todo lo bueno de lo que disfrutas en la vida, que es más de lo que posee la mayoría. No te abandones por una mala racha, piensa que eres joven y todavía tienes que dar mucha guerra en este mundo. Ya tendrás tiempo para volver a viajar. Te queda mucho por vivir, no lo olvides.


Con esto no quiere decir que no me arrepienta de lo que he dicho porque, sinceramente, valoro todo lo que te esfuerzas. Te vuelvo a pedir disculpas si te hice daño, sólo pretendía apoyarte.