Si, te estoy mirando las tetas ¿y qué?. Debes de creer que te las miro porque me gustan; que equivocada estás. Te voy a poner un ejemplo para que no te sientas protagonista de novela erótica. Una chica entra a un bar, despampanante, cuerpo diez, con unos tacones de aguja y vestido ceñido de encaje. Todos los hombres -salvo excepciones- miran, se les abren los ojos y sonríen nerviosillos con la boca abierta, que ya es difícil. Todas las mujeres -salvo excepciones- la miran, la remiran de arriba a abajo, sacan conclusiones de lo que han visto, buscan defectos de última hora mientras vuelven a mirar de reojo y ya no se va de su mente por un espacio de tiempo mayor o menor dependiendo del grado de envidia que hayan sentido.
Con esto quiero expresar mi total disconformidad por ciertas conversaciones de mujeres que escucho por ahí. Que si siempre pensamos en lo mismo, que si miramos el canalillo del pecho, que a ver si pillamos tanguita, y todo esto. Me considero un tío normal, ni muy salido ni asexual. Cuando salgo del mar, me despeloto y lo único en que me fijo es en que no haya niñas pequeñas pasando alrededor pues me parece una falta de respeto hacia ellas; de lo demás me importa un carajo si alguien me mira para el idem, compara, se excita o descojona con ello. No entiendo porque una mujer piensa que si se le ve esto o aquello pueda resultar comprometedor. A los tíos es posible que nos gusten las tías decentes pero no pseudoremilgadas. Sí en cambio podríamos quejarnos de porqué nos miráis las manos con tanta atención, o los zapatos, que si fuese Beckham y los llevase rotos o sucios me quedarían monísimos de la muerte.
La próxima vez que te agaches y se te vea un poco el culo no te levantes rápido, asustada, mirándome como si te estuviese observando, porque yo no tengo la culpa de que compres pantalones de cadera. A mi me la suda tus bragas, no me hagas sentir culpable.