Cuando hay niños de por medio puede suceder cualquier cosa, si encima tienen entre dos y cinco años más probabilidades para morirse de risa. Nuestros sobrinos, al igual que casi todos, son la ostia, tienen ese punto de descontrol en el lenguaje que hace que fabriquen frases más o menos coherentes con palabras que van cogiendo de la escuela, los dibujos animados, los mayores, las actividades, ...en boca de ellos suenan diferentes.
Estábamos jugando con dos sobrinas al juego de zapatito quieto es: uno panda y dice la frase sin mirar a los demás que mientras tanto se acercan corriendo hacia el lugar donde está éste, intentando llegar el primero sin ser visto. Supongo que la mayoría ya conoce el juego. Cuando le tocó el turno de pandar a la más pequeña -tiene dos años- se colocó en posición perfectamente, se tapó los ojos y soltó la frase: un, dos, tres, zapatito lila....y se quedó tan ancha. Había mezclado el juego con la canción de a mi burro; aunque le explicamos entre carcajadas como era la frase correcta, ella siguió con la suya unas quince veces más. Si a cabezona no hay quien le gane.