Es imposible controlar un poco de todo; algunos lo intentamos sin descanso pero el resultado algunas veces sirve para quedar en evidencia por ignorantes.
Me considero una persona actual, procuro comprender el porqué de las cosas y creo estar capacitado para decidir por mí mismo. Vale, perfecto, campeón, un tigretón para el chaval. La realidad muchas veces supera la imaginación pero otras la deja a la altura del betún, me explico, hoy una compañera escuchó mis palabras e hizo pupita donde más duele: me dio una clase -con razón- de cultura de primaria.
En la tierra donde vivo -y nací- tenemos otro idioma, tampoco es cuestión de adentrarse en cual, que aunque ni es secreto ni difícil de adivinar, no quiero condicionar el blog con situaciones geográficas concretas. Bueno, al tema, el caso es que utilicé un tiempo verbal compuesto que no correspondía, mi compañera se quedó sorprendida, callada, esperando mi rectificación. Yo, que la conozco -ávida lectora- y sé de su nivel cultural, me ruboricé porque aunque consciente de mi error seguía sin lograr encontrar respuesta.
Después de darme cierto margen de reacción -bastante- corrigió sutilmente mi frase argumentando que no existen los tiempos compuestos en el lenguaje del que estoy hablando. Supongo que bajo su mirada he perdido puntos, culturalmente hablando claro está. Menos mal que me callé la boca, por mi mente pasaba replicarle, explicarle que no lo hablaba a menudo pero que como estudiante tenía nivel de COU; si se lo llego a decir creo que no me volvería a hablar más pero por tontolculo.