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miércoles, 28 de septiembre de 2011

El rastro del tricornio

Esta entrada es parte de una trilogía El espectro boreal (Abril 2010) y Otra vez los del tricornio (28 de Febrero), cuenta el final, la tercera entrega. No quiero adelantarme al futuro pero hoy se cierra un ciclo. Mi relación con los chicos del uniforme verde pasará a formar parte de un recuerdo que se resumirá en un dos repetitivos instantes, el primero es un flash provocado por un aparato llamado multanova, el segundo es mi cara cuando abro el buzón de casa y recibo correo de Tráfico.

Esta semana me ha llegado una carta de la Agencia Tributaria notificándome el embargo de mis bienes por una deuda de 31 euros contraída a raiz del pago de una multa fuera de plazo. Tampoco voy a contar la historia completa porque ya lo hice anteriormente -esto es una pieza de tres-, sólo comentar que ese dinero ya fue pagado con creces -380 euros con intereses- y que intentar seguir haciendo sangre de un desangrao es un acto de cobardía por vuestra parte. Me jode pagarlos, ¿qué pasa?.

Ponerle un final a esta novela es bien fácil: como todas las varas se acaban doblando, dejo mi rebeldía aparcada en el arcén y tomo el camino de la rectitud. La película termina bien para los buenos y el malo se arrepiente: estoy cansado de pagaros, lo habéis conseguido, entro por el aro.