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jueves, 13 de enero de 2011

No somos nadie

Cuando vimos la vertiente por donde deberíamos bajar nos subieron los huevos por la traquea. No creíamos estar capacitados para el descenso y por eso decidimos aprovechar un paso que comunicaba con otro pico más asequible. Hacía diez días que no nevaba y el frío seco acumulado convertía en puro hielo lo que creíamos era nieve polvo.

Eran sobre las cinco de la tarde, la estación estaba semi-vacía por las condiciones poco recomendables para los deportes de deslizamiento. La niebla estaba a nuestra altura, debido a la escasa visibilidad nuestras opciones de ser vistos eran nulas. Nos adentramos en el paso que tendría unos ciento cincuenta metros de largo por cuarenta centímetros de ancho, mi colega pasó primero, snowboard en mano, creyéndose capacitado para mantenerse con los pies firmes en la nieve. Yo le seguía dos metros atrás; confiados los dos, él patinó, resbaló por una pendiente totalmente dura y bacheada; al querer agarrarlo patiné yo también, deslizándome de cabeza sin poder frenar; lo rebasé sin llegarlo a agarrar y cuando empezaba a darme cuenta de la gravedad del asunto apareció otro paso de las mismas características. Juro que me agarré con las uñas como si fuera un gato y milagrosamente conseguí frenarme en esos escasos treinta centímetros de llano. Mi amigo también lo consiguió, iba a menos velocidad y avisado de antemano. Cuando frenó, nos miramos, vimos como mi tabla se deslizaba montaña abajo hasta que la perdimos de vista por la nieblina y nos alegramos de que no fuéramos con ella para abajo también. Décimas de segundo afortunadas que salvan vidas. Sucedió en Febrero del 2005.

Hace dos años unos amigos no tuvieron la misma fortuna; se encontraban en los Alpes franceses y en una situación parecida uno de ellos resbaló sin poder frenar, se coló en una grieta profunda y ... Andar fuera de pistas sin conocer demasiado puede ser peligro de muerte. Unos por suerte lo podemos contar mientras otros desgraciadamente no lo pueden hacer.

Como se me están afilando los dientes por ir a la montaña no está de más recordar para rebajar el ímpetu.