Buscar

domingo, 2 de enero de 2011

Influenza

Me encuentro en plena fase de un virus del que creía estar protegido para este año, una cepa de gripe como inquilina (Lunes 11 de Octubre), seguro que el haber estado estos días con gente infectada me ha contagiado a mí también. Yo, un tío de mar, que supuestamente soy duro de salud, parezco un blandiblup por donde asoma una nariz con tuneado full-equipe de mocos láser y escape libre. Y mañana al curro.

Como cura de humildad no está mal, por ir de Capitán Inmune, siempre en manga corta y con los pies mojados. En mi trabajo, las más fatalistas, dicen que a partir de los treinta se pierden las defensas y pierdes temperatura. Vaya tontería, conozco a un tío que tiene sesenta y, aunque está chalado, anda descalzo y sin camiseta 365 días al año. Lo que empezarían a notar a esa edad -me refiero a mis compañeras fatalistas- sería la ley de la gravedad en carnes propias y con ello un descenso de fortaleza interior que ya se sabe que a perro flaco todo son pulgas y hay personas que necesitan tres pares de calcetines, dos de pijama y bolsa de agua caliente para abrigarse dentro de su propia casa calefactada, que el sentir frío de manera exagerada es inversamente proporcional a la cantidad de sangre que uno/a predispone para la vida o eso creo yo. Estas compañeras me dicen que cuando llegue a los cincuenta ya les contaré. Igual tienen razón.

Mañana se acabó la buena vida -diez días libres que volaron- y aunque es la segunda vez en tres meses que caigo enfermo en vacaciones, tampoco voy a darle mayor importancia. Son gajes del oficio.