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lunes, 24 de enero de 2011

El halo polinizador

Corre un virus entre la gente que me rodea, sólo se infecta el/la que lo busca. No es premisa estar bajo de defensas ya que suele atacar a quien se siente en plenitud. No suele contagiar de manera individual, más bien lo hace por parejas, es su manera de hacerse fuerte. Los síntomas más frecuentes son alelamiento, euforia, descoordinación y aumento de la capacidad pulmonar -en ellos-; nauseas, pérdida de la menstruación, aumento de peso, ardores y sofocos -en ellas-.

Sí, varias de mis familiares, amigas y conocidas están embarazadas: mi hermana, mi cuñada, la mujer de mi mejor amigo, la compañera de trabajo de mi novia, ... ¡es la revolución seminal post-subvención!!. Cuando el radio de acción es tan cercano corres el riesgo de dejarte embaucar por la alegría y ya se sabe que una exposición prolongada puede afectar al individuo. No es este nuestro caso porque conocemos los efectos secundarios y el subidón inicial no nos motiva lo suficiente. Somos conscientes del esfuerzo constante, diario de este regalito de la naturaleza que es deseo de muchos y pesadilla de unos pocos.

No me siento motivado por rellenar mi vida con un crío, me encantan para un domingo o compartir con ellos tres horas de juegos pero el día a día tiene que ser desesperante. Es una forma egoísta de vivir sin que afecte a nadie.